Nueva York, 29 de diciembre de 2009. Son aproximadamente las 7:45 de la tarde. Tras recoger las maletas y sortear algún que otro problemilla en la aduana del aeropuerto (ya os lo contare en otro momento) nos dirigimos a la limusina guiados por Lee, nuestro chofer, un afroamericano de dos metros con un cierto parecido entre Wesly Snipes y Chris Tucker (El detective negro de la saga “Hora Punta”)
En medio del aparcamiento, solitario, un Lincoln blanco del 79( por lo menos); tras ayudar a Lee con las maletas nos metemos todos de cabeza en el coche. El frío es espantoso, 8 grados bajo cero. A más de uno se le ha ocurrido la genial idea de sacar la cabeza por el techo solar y saludar en plan Richard Gere en “Pretty Woman”, pero la "agradable temperatura" de fuera y la idea de que los mocos se te pegaran en la cara como estalactitas, ha hecho añicos esa fantástica imagen.Todas las ventanas están empañadas y no nos queda otra que apiñarnos los seis en la ventanilla que conecta con el chofer para poder mirar por el parabrisas delantero.
La imagen es espectacular, estamos atravesando uno de los magníficos puentes que conectan Queens con Manhattan y al fondo se elevan en la oscuridad de la noche los impresionantes rascacielos iluminados que tantas veces habíamos visto en la gran pantalla. Entre ellos destaca el Edificio Christler con esa cúpula tan característica de la que salen múltiples aces de luz blanca. Los rascacielos son más espectaculares en vivo y en directo si cabe y da cierto vértigo mirar hacia arriba. Las calles están inundadas de taxis amarillos y el típico humo que sale de las alcantarillas las dota de un cierto toque nostálgico.
La limusina se para en el 234 de la 52nd street. Hemos llegado a nuestro apartamento. Esta será nuestra casa durante una semana y una dirección que recordaré con cariño. La calle está desierta y mientras observo como se aleja la limusina, hay una cosa que me llama la atención: es el sonido del ambiente, una mezcla entre coches, motor de calefacciones, sirenas de policía, el va y ven de la gente, el metro...ahora si que estamos en Manhattan y esto no es más que su rugido característico.
Jo, qué envidia. Nueva York es uno de mis destinos más soñados y creo que es mi meta viajera para este año que comienza... me están encantando tus crónicas :)
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